Hasta la segunda década del siglo pasado predominó la
administración pública tradicional en contraposición al concepto de la
administración para el desarrollo. Aquella se estructuró en la época feudal y
se crió en el seno del liberalismo económico que resume las funciones del
Estado al principio Laissez faire, laissez passer. Los Estados dirigidos por
una administración tradicional se caracterizan por la ausencia de un espíritu
intervencionista, aun en aspectos que tienen que ver con el interés social y, con
más razón, la ausencia de planificación a nivel público y privado.
Las funciones del Estado que se basa en la tradición se
limitaban a tres deberes:
1. El deber de
proteger la Nación frente a la agresión e intervencionismo extranjero.
2. El deber de proteger al ciudadano frente a cualquier
injusticia, o sea el establecer una adecuada administración de justicia.
3. El deber de exigir y mantener ciertas obras públicas y
ciertas instituciones gubernamentales en las cuales el sector privado no
tuviera interés.
Las tareas anteriores tuvieron un viraje que comenzó a
materializarse con la organización de los recursos en las economías de guerra
de los años 1914 y 1939 y la planificación integral de la otrora Unión
Soviética con la adopción de los planes quinquenales de desarrollo. Dichas
actuaciones modificaron profundamente la concepción y el papel del Estado en
las actividades privadas y en el desarrollo social y económico.
Las naciones occidentales, en algunos casos, fueron
adoptando en forma sucesiva la planificación de proyectos, en el ámbito de
obras públicas en algunos asuntos de necesidades básicas pasando todo al sector
público hasta llegar a la planificación indicativa de las economías mixtas en
las que se determinaban la disponibilidad de los recursos y los usos para
conseguir metas de inversión, producción y desarrollo social en las cuales el
Estado intervenía de manera forzosa y el sector privado cumplía los objetivos
del gobierno en cuanto a medidas de carácter monetario, fiscal, laboral, etc.
La vida moderna ha llevado a que todos los países y regiones
planeen el desarrollo económico y social de sus comunidades. Esta planeación
conduce a programas específicos relacionados con el avance de los distintos
componentes del bienestar y dentro de esos programas se dan los proyectos, los
cuales constituyen el punto de enlace entre las necesidades reales y las formas
de solucionarlas, toda vez que su ejecución no se hace en el vacío sino dentro
de un contexto que se desea mejorar en el tiempo.
Las proyecciones de toda planeación nacional, regional o
local pueden obedecer a un enfoque global. Sin embargo, para acciones locales,
se puede tener en cuenta la demanda futura agregada de los bienes y servicios
de los distintos sectores; con el fin de establecer marcos de orientación de
las inversiones y beneficios de la economía de un país.
Los proyectos vienen a ser entonces el refinamiento de todo
el ejercicio de planeación estratégica, participativa y prospectiva, en cuyos
objetivos se basan, y permiten la revisión continua de los diferentes programas
que conforman el plan, fomentando la interacción holística de los escenarios
futuros realizables de los gobiernos y de las personas que hacen empresa.
Sin embargo, hay que tener en cuenta algunos factores
condicionantes en la planeación, ejecución y evaluación de proyectos, en
especial en los países en vía de desarrollo, los cuales debemos ir superando
para lograr una mayor eficiencia, eficacia e impacto en la comunidad. Claro,
habrá algunos proyectistas que dirán que no, pero repasemos y usted saque su
conclusión:
• Los proyectistas nacionales tenemos la tendencia a
considerar nuestro proyecto como la clave para alcanzar progresos personales.
• La presión política coyuntural ejerce presión sobre proyectos
específicos y entonces el proyectista se limita a justificar una decisión
tomada con anticipación.
• Existen grupos económicos nacionales y extranjeros
interesados solo en la construcción de las obras sin importarles el impacto
posterior.
• Las ganas de figuración rápida nos llevan a
improvisaciones y precipitaciones.
• La corrupción y la deshonestidad hacen desperdiciar
recursos valiosos del país solo por desarrollar proyectos para enriquecimiento
propio.
• El proyectista -nacional y extranjero- por pegarse a
normas técnicas traídas del exterior, a veces inadecuadas, no tiene en cuenta
las necesidades y realidades de la población beneficiada.
• Poca preocupación y participación de la comunidad
influenciada por el proyecto en la supervisión y veeduría del mismo.
Fuente:
Cuarta edición Proyectos: enfoque gerencial ECOE EDICIONES Jorge Eliécer Prieto Herrera
Prieto, Herrera, Jorge Eliécer. Proyectos: enfoque gerencial (4a. ed.), Ecoe Ediciones, 2014.
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gracias y feliictaciones por el blog amigo subi mas libros de ciencias
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